El fenomenico

 


El Fenomenico

                                                                por Abdel Hernández San Juan



I am still fascinated with proximity, impressive and sensorial proximity and probably for long time. While I am writing the current book, creating, composing it, I have at the same time in front of me a monitor in proximity, the one of my laptop and I can feel it as a quotidian phenomenic spectacle so enigmatique to my philosophical curiosity. When I touch digitally the letters I can see simultaneously, from the tactile and connective to the visual, the apparition on the tactile scrim of that dactylo graphemic suscitation word by word.


A very simple phenomena in proximity. Feeling now through the materiality of the monitor glass, I can see how the digital coupunture brings to presence all that. My curiosity goes through, on the one hand, the volatilization of everything, ontos, matter, sensoriality, feeling, connection which seems to be poised by the delicatessen of that ultrasensual touching tactile scrimped, glassesned/unglassed, by the sense of that impressive word on the virtualized idea of the Microsoft word page. 


On the other hand I seems to ask if sush materiality has some spesures and how is it?, cumulated, pregnated, stratified, just digital?, tactile?, copunturated?, or even less, liquidized?, and to what principles of matter ontology should that sensoriality of untangibilized tangible coupure be remitted, to what other phenomenology?. My thinger is here touching a permanent point, a digital technologically miniature/virtualized concept of a mouse, a dot, through which, translating a variety of intentional hypothetical, imaginative and simulated impressive sensations over it, the tactility of the thinger impressive, I can obtain visually, the monitor cursor, the anticipated field of movement meeting at the glassed scrim virtualized page the grapheme of what I was a few second a go feeling as a field in my thinger skin. 


Everything should be feeling by figuring it out as a field hypothetical stimulus. Nothing is happening between my thinger and that plastic point. I am just moving my thinger over the same surface all the time, something apparently monotonal, but it is at the same time anticipating a whole field of visual suscitation through the glass. 


Even, moving out of just the scrimp, which fascinated me still again a lot, (the tactility of that scrim), but as a 24 hours connected cibernaut who is traveling through the laptop-making clicks on a variety of Microsoft windows programs services, to every thing in comfort, typography, images, a whole trip through the internet within a incommensurable variety of webs, sites, spaces, windows, texts, images at terrific velocities of ephiciency and within a process that evolves a simultaneous alive process in which the digital impressive sensations of been writing and touching the plastic, simultaneously seems to appear through another surface, and materiality, glassened, while at the same time I am listening the sound of emails entrances, entering, to the inbox. 


I am then clicking already, I close fast the window page, instead of letting it open, at the down margins of the scrim, which can be easily reactivated, to open other ones, my monitor become defined by virtual Hojaldras, everything is hojaldrated here, reading emails, sending somes, and I am now back to the document, revising a paragraph, lining it with colour easy and fast for revision, then inserting something and backs fors again, a few minutes, following a sound of advertising, now at the internet , letting my self go through navigation, immersed at the cyberspace, a chat at mid day and then back to writing.Lejos de fenómeno entendido como la apariencia o la forma que se relaciona desde su afuera a una esencia dada, y lejos de fenómeno entendido como la forma que da o recibe como superficie a una esencia, un fenoménico otro cuya liviandad es a la ves dúctil, dinámica y móvil, ha proliferado y se ha extendido sobre el horizonte sensorial y perceptivo de la modernidad tecnológica. Si bien figurar la idea de un fenoménico sin superficie resultaría improbable, a todo fenoménico corresponde alguna superficie, no se trata con este, según sus aparenciales, o sus revestimientos, envolturas de forma, de apariencias que remitirían por si mismas a esencias respecto a las cuales el fenómeno vendría entonces a ser su manifestación superficial, la forma aparencial que definiríamos en si misma como esencial, la que si correspondería en su fenoménico a una esencia inmanifiesta, profunda, o deducible según relaciones que habrían establecido un orden de necesidad, o incluso de coincidencia entre las formas y sus sustratos, las apariencias y sus esencias, las formas y sus contenidos. 


Antes bien, seria este un fenoménico desprovisto de sustratos, esencias o contenidos, ultra volatilizado, enteramente superficial, y sin embargo, de unos espesores otros, contiguos, diríamos en principio, para designar esa relación con lo que está a su lado, al lado, por los lados. Así, aunque un filosofar habría de corresponder a esas superficies, requerimos saber antes cómo, para que aquella idea de forma, que otrora asentíamos de cuanto considerábamos fenómeno para la percepción, tanto como para la deducción, se dejare considerar relacionada, bien se le dedujera por causación, el fenómeno como suscitación de una esencia dada, bien por necesidad, el fenómeno como apariencia de la forma, estábamos compelidos a asentir no sólo una relación entre una idea de sustrato o esencia y su fenómeno, sino incluso a suponerle a uno o unos fenómenos dados alguna relación de inmanencia que, aunque le fuere desconocida, le resultare suficiente. 


En la apariencia, decíamos antes, subsistía aun la idea de un aparencial, es decir, no propiamente lo que aparentaba el ser o ser, sino la relación de revestimiento entre una forma y su remitencia, por acogida o envoltura, a alguna esencia. Los conceptos mismos de la ausencia y la nada, uno, la ausencia, se movía en torno a la presencia, es decir, era la ausencia como la imagen de la no presencia o de la ausencia de presencia, de apariencia, que era lo que se adjudicaba al fenómeno como manifestación de la esencia, su estatuto de presencia de la presencia, de apariencia y de forma, , el otro, era la nada, como la nada de ser. 


La imagen sensorial que podríamos disponer sería entonces para este fenoménico otro, la de traducciones intrasensoriales, lo táctil en lo visual o a la inversa, lo visual dado en ese táctil, hasta aquí en lo que a la multimedialidad que le suscita se refiere. Sin embargo, el asunto va bastante más lejos. Estamos frente al monitor percibiendo esa suscitación insólita según la cual nuestros tipeos dáctiles devienen grafemas sobre la página virtual tras el cristal, y más, percibiendo tras el cristal en la pantalla táctil, todas estas relaciones hojaldradas de simultaneidad entre páginas virtuales que se abren y se cierran, softweres dinámicos que se clikean y corren, ventanas que se abren y cierran, escrituras, textos, sonidos, y percibimos, visualmente, al preguntarnos por la coseidad de eso que vemos, cuál es su espesor propio?, cuál su tipo de materia?, cuál su grano?, el grano de esa tecnología?, en qué consiste ese efecto ingrávido de licuicidad, esa volatilidad cristalina en que pareciera como si en el corpóreo de unas formas, a las cuales sabemos corresponden ciertas materialidades, otros corpóreos, sensaciones y sentidos impresivos de coseidad, tomaren lugar?. 


Es como ver pasar en la intrasensorialidad volatilizada de una forma, en nuestra impresión visual de su coseico, la impresión de otro coseico, de otros tipos de espesores que nunca le habríamos supuesto correspondiente a esa materia, como si su impresivo de sensación correspondiera a la coseidad de otra materialidad, todos los sentidos juntos, especie de efimeralización visible, como si lo que está frente a nosotros efimeralizara ante nuestros ojos en el mismo material que le mueve, le transporta, le procesa, le abre, le cierra, le hojaldra, le liquidiza. Es el cristal por la memoria virtualizada de el papel en esa impresividad de arribo de presencia, apareciente, en que a ese doc virtual, en su coseico y materialidad otra, corresponde una memoria de papel. 


Es también, el otrora electrodo, hoy más allá de diesel, agua virtual, por el celuloide en la impresividad de presencia apareciente, de ingravidez pareciente de esa imagen en el Internet, que no apariencia esencia. No se trata, como decía, para ese careciente de presencia de esencia, o para ese inaparente, que no apariencia esencia, ni inmanifiesta o latente, ni como apariencia de presencia de esencia, ni de la ausencia en el lugar de la presencia, ni de la ausencia de presencia, ni de lo invisible, más bien, a la inversa, este parece el espectáculo de la sobreabundancia de presencia, de la sobreabundancia de visibilidad, tanta presencia y tan a la ves sobreabundando los sentidos más allá de toda idea de hiperealidad, y de sus saturaciones sobreimpregnadas. 


Estas son las tecnologías de los nuevos volátiles, de las nuevas velocidades de aparición, de pariencia, de parecencia, de las nuevas apariciones de presencias in presentes virtualmente presentes, en que sobreabundan ambas la sensación y la percepción. Este parece otro tecnosenso que se ha movido de la computadora a los cuerpos y cuya lingüística sólo puede ser una de lo que ha sobreabundado incluso a nuestras actuales velocidades de moda. Fenoménico este que correspondería a suscitaciones sensoriales más allá de hipertexto, si bien le habría requerido, según podemos percibirle ahora como vestigios respecto a su otrora en una actual y moderna memoria virtualizada. Sería, de hecho, el corpóreo que retendría la memoria visual que habría persistido virtualizada, es decir, desprovista de sustancia y por lo mismo reabsorbidas por la tecnología hacia lo que serian las nuevas copulaciones de esos corporales, de esas copulaciones vegetarianas. 

Hemos de asentir esto en la pregunta perceptivo-sensorial por la más diminuta forma de ese corpóreo, impresivamente efimeralizado, efimeral, sobre esa imagen, en el virtual que podemos percibirle a esa forma creada en el ordenador computarizado, pero también a la más simple presencia, a eso que queremos suponer como la materialidad que podemos suponerle a ese espesor. Este fenoménico más bien adquiere una inusitada ligereza, una impresión de flexibilidad y ductilidad, de fluidez y laxidad, de plasticidad incluso, antes no conocida para fenoménico alguno. Un tipo de corpóreo este que corresponde a un intrasensorial tactilo-perceptivo en que una sensación parece moverse en el corpóreo de la otra, la memoria visual en que esa imagen corre, en su materialidad casi efímera a cada abrirse o cerrarse, desplegarse y, sin embargo, intensamente corpórea, de una intensidad corpórea otra.


Y ahora estamos hojaldrados, que significa esto para nosotros?, si la hojaldra no se corresponde ya a los planos continuos?, qué supone para nosotros esta forma otra de hojaldramiento, qué es la hojaldra?, cómo es que podemos hojaldrarnos tanto y en tantas formas?, si lo pueden hacer ya nuestros textos y nuestras páginas, estas páginas virtuales, hojaldrarse ellas mismas tantas veces sobre y alrededor de si mismas, y a la ves sobre una misma serie de planos que se diluyen unos en otros, que se hojaldran entre si, en tantas formas, unos por sobre los otros, en esa movilidad, podríamos quedar nosotros exentos a la hojaldra?. O deberíamos nosotros también preguntar por nosotros mismos según la hojaldra?, no lo hicimos acaso según otras tantas figuras antes, porqué habríamos de no hacerlo respecto a la hojaldra?, si estamos en todo hojaldrados?, preguntemos sobre este hojaldramiento, la filosofía de la hojaldra, del hojaldre, de lo hojaldrado, y de nosotros mismos según la hojaldra.


Qué supone la hojaldra para todo, la disposición y la consecución, la sucesión y la simultaneidad, el plano y la complexión, el retomar y el volver sobre, el moverse entre y según, el de acuerdo a y el respecto a, el ir y el traer, el merodeo y el retorno, la diambulación y el sondeo, el juego?, qué seria lo total y enteramente hojaldrado que se mueve sólo según y en hojaldras?, qué es del texto?, qué de la percepción?, qué de la relación entre la voluntad y la sensorialidad?, qué de lo que vamos trayendo y lo que vamos dejando aparecer, de lo que vamos llevando y lo que vamos dejando para retomar?, qué de lo que vamos llevando según la voluntad, y lo que se va presentando según una suscitación otra?, que no esperábamos, y que ha sobrevenido, sobre esas páginas virtuales?. 


Qué de las sensaciones hojaldradas respecto a todo esto?, los documentos, este doc, la escritura, esta página virtual, visual?, qué de aquellos sucedáneos, qué de las sensorialidades respecto a todo?. La hojaldra viene y va, se abre sobre si misma y se cierra a grandes velocidades, se pliega y se despliega, abrimos un recuadro y otros se han abierto a su ves unos sobre otros para mantenerse accesibles unos desde otros simultáneos, visitables, recorribles o por simple redundancia, como cuando tenemos que cerrar aquellos, siempre unos al lado de los otros, unos sucedáneos a los otros, en relaciones que ya no corresponden propiamente ni a un montaje, ni a un collage, estos más bien se disuelven unos en otros, disolvencias, difuminaciones, la superposición y la yuxtaposición no le son más que un instante el cual también pasa al orden de unas disoluciones.


Nada es fijo en la hojaldra, por un instante vienen unos al primer plano, se abren, pero no ya como o según la forma de un adentro que en su mismidad, en su coseidad, en su sustancia o en su universo, serían abiertos por otra forma o según una exterioridad otra que le abre, como cuando decimos abrir un libro, una ventana, una puerta, donde las relaciones entre un espacio y otro, un plano y otro, delinean y separan un acá respecto a un allá, un este lado, respecto a aquel otro. 


En el hojaldramiento estas formas de lo que se abre se abren sobre su propia superficie, el click sobre el software, el recuadro virtual o el Internet, desenvuelve un campo en el que un plano se abre a otro, una superficie de grafía y grafema se abre a otra, suscita otra, según traemos al plano de lectura, se abren en la misma forma en que van dejando de ser una cosa, una forma, para devenir otra, en que van dejando de serle a una forma una, para devenir en otra según en el movimiento de lo que deja de ser para devenir, lingüística del mutantes, se dan unas disoluciones. 


Estos son no sólo cientos de planos que se abren unos por sobre otros como en una sucesión dinámica de ligeras hojarascas, sino también como una forma en el moción que se diluye en otra, en el demo virtual, que vemos también en el refrescador de pantalla, cuando esa forma muta infinidad de veces ante nosotros, se da vueltas, se difumina, retorna en otro modo, sobre el cual vuelve a reaparecer cambiada, según otros dinamismos, como en el moción en una sala de edición en sonidos e imagen, unos sonidos que llegan y se van, se aproximan y se alejan disolviéndose y fusionándose unos en otros, que se definen así por momentos, pero se diluyen luego en otros sonidos, y las formas en otras formas, o será acaso que se diluyen en ellas mismas según una nueva forma?, mutan, sin dudas. 

Pero la hojaldra supone bastante más que una forma de moción, aunque la supone, bastante más que una forma de los efectos especiales, aunque los supone, más que una forma de las realidades virtuales en el sofwere dinámico de aprendizaje o juego, que el Aimac y el holograma, aunque estas la requieren. La hojaldra estaba y persistía en la disolvencia dinámica de formas, colores, planos y sonidos en el computador, en la música, pero su alcance se mueve bastante más allá de todas ellas. No se corresponde este fenoménico necesariamente con el movimiento que desenvuelve una forma o un cuerpo cuya mismidad sería delineable sobre algún fondo o su contexto, ella supone esa movilidad otra según la cual lo que muta deviene y lo que deviene muta, esta vivo. 


La hojaldra supone esta idea otra de coseidad, una en la que definimos a la materia misma la coseidad que correspondería a una desmaterialización de esos materiales los cuales aunque continúan siendo materiales adquieren otra coseidad, y las formas en que ese otro corporal recibe y se acoge, suponen una virtualidad cuya forma de lo que acontece es la transubstanciación, los modos en que unas formas mutan a través de ellas mismas en relaciones en que se dan unas a otras, entre unas y otras, en que se dan de sí. El tiempo de este fenoménico es el iner time, especie de tiempo suspendido u orbita cuyas imágenes parecen provistas de un éter, ese modo peculiar de presencia de la imagen, el eter que es la apariencia inmóvil de una permanencia de presencia orbital, movilidad otra que lo trae a nosotros, que lo hace aparecer, y que, sin embargo, nos llega inmóvil, inanimado, será un orbitante?, es una abstracción de forma, sin dudas, no un ser, pero esta abstracción de forma, supone una abstracción de relación, en este tiempo de lo que se presenta apareciente en su iner time, sólo nos corresponde la ludricidad como forma de relación, la afectividad como la forma de relación que corresponde a esa ludricidad. 

La materia de este fenoménico es la materia fractal, una forma de materialidad que ha sido devuelta a la relación de la permanencia de materia con el tiempo inerte, es decir, que es relación entre materia y tiempo, si bien decimos fractal para aludir el que haya sido más que fragmentada, fractalizada su fragmentariedad, más allá del fragmento, vuelta a su aleatorio, a su aleatorial físico y temporal, visual y coseico, esa lógica formal, cibernética, según la cual, la matemática de la materia, implementada en tecnología computacional y computarizada, sistemas otrora binarios, restableció la relación de la materia al tiempo, conciliación esta entre una constancia de materia y de presencia de materia y una variación de tiempo. Materia fractal, es fractalización de la relación entre presencia de materia, de coseidad, y aleatoriedad de computo y tiempo. 


Relación, sin embargo, en la que fractalizada en esos aleatorios, materia vuelve a su tiempo inerte, a su inertime. Sabemos bien que no puede haber maldad alguna en el iner, dado que si asintiéramos maldad alguna en el iner, el tiempo inerte, tendríamos que asentirla también para el tiempo inerte que define la relación de la tierra respecto al sol, y de los planetas entre si, el iner como forma del tiempo orbital, de hecho, como tiempo inerte, supone una relación de presencia, es decir, de permanencia de orbita según la cual es posible la armonía.En esta relación de la materia al tiempo, entre una constancia de materia y presencia de materia y una fractalización de la relación entre presencia de materia y aleatoriedad de computo y tiempo, la apariencia de presencia se modifica, esta se relaciona siempre a lo que en esa forma sugiere una relación entre la presencia y su tiempo, su tiempo de presencia, su forma es ella misma permaneciente, permanece, efecto de relación a una memoria de materia, según la cual, aunque remanece aquí y ahora en su permanencia, lo hace según su relación a esa memoria de materia. 

A esta remanencia de materia corresponde un movimiento simultáneo de afirmación en la presencia, su materia tangible, coseica, esta ahí, presente permanente, pero esta ahí como si lo estuviera en una sola presencia varias veces, especie de vibración de la imagen. Cuando permanece constante, parece una forma de repetición de presencia, se trata de una redundancia de memoria en la presencia, no de una multiplicidad de presencia en una sola forma, materia o imagen, su unicidad es visible, pero su visualidad de imagen presente frente a nosotros se actualiza en un memoria virtual. No se trata por lo mismo ni de la nada en el lugar de nada, ni de la ausencia en el lugar de algo o alguien, sino antes bien de la entera automatización de cualesquiera movimientos, velocidades, dinámicas y termodinámicas, requiriendo representarnos algo que trae consigo oscilaciones y ritmos propios los cuales sin embargo no se corresponden a lo uno versus lo múltiple, binarismo que requería la relación entre una mismidad y una multiplicidad, sino con aquello que ha sido desprovisto de relación a lo mismo, e incluso a la mismidad de lo mismo, de relación por lo tanto a apariencia alguna. Más bien en su contrario, este seria en extremo real, hiperreal incluso, tan absoluto en su presencia que sería incluso la sobreimpresión de lo presente, lo opuesto a un fantasma aparente inexistente, apareciente inexistente. 


Bibliography


Bergson Henry, Duración y Simultaneidad, Ediciones del Signo, 2004


Derrida Jacques, Form and the Wishes to Say, Notes on the Phenomenology of Language. Margins of Philosophy, The University of Chicago Press, Chicago, EUA

Kristeva Julia, El Tiempo Sensible, Editorial Eudeba, 2005

de Certaud Michael, The Practice of Every Day Life, The University of California Press, 1999


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