La estetica y el tiempo

 


La Estetica y el Tiempo

©Por Abdel Hernández san Juan

This paper theorizes under the relation between subject and object, between observation and the philosophical concepts of space and time how Aesthetic appear when space and time can’t be observed but only contemplated as the mediation Between analytical reason and sensible contemplation. The paper discusses the several forms aesthetics relates with time through sensibility and interrelates in between epistemology and ontology with the first apparition of subject and subjectivity and how under aesthetics epistemology and ontology relates to even dilutes one through the other. The paper stablishes the differences between aesthetics and axiology while at the same time anticipates how aesthetics and axiology’s relates at the level of intangibility. The paper calls out the necessity to maintain the independence of aesthetics theory domains as a way to late know how aesthetic theory and research can work under culturales studies, sociology and anthropology research



Keywords: Aesthetic Theory, mediation, cultural studies


    La estética no es ella misma el tiempo, pero es su contemplación y cabria preguntarse hasta que punto podría algo así como una abstracción cualquiera sobre el tiempo desenvolverse sin que continuare ella misma, en tanto forma de contemplación del tiempo, incluso allí donde no se clamare a si misma estética, siendo una forma de estética. La estética no es ella misma el tiempo pero resulta difícil imaginar que algún modo de abstracción, sensación, observación o análisis sobre el tiempo pudiere serlo sin suponer una forma de la estética. Mientras el tiempo transcurre en su simple duración como la más ordinaria repetición, cualquier forma de tomar distancia hacia su transcurrir, bien se le perciba como mero decursar tácito de continuidades, o bien se le abstraiga en su forma inerte, universal, planetario, de devenir y acaeceres, no puede ella misma dejar de ser una forma estética de impresión y abstracción tanto para la sensibilidad como para el espíritu, para la forma, como para la emoción.   

    Y a la inversa, preguntado por la estética en sí misma, cabría poco suponer que una impresión, una abstracción, una sensación o una emoción pudieren definirse en sí mismas como estéticas, sin que en esas impresiones o abstracciones la contemplación del tiempo estuviere en el primer plano. La estética no es ella misma el tiempo, pero sin contemplación del tiempo en las cosas, no habría estética. Yo miro por encima del monitor de mi laptop en este mismo momento una ventana caoba que tengo frente mío y la veo ordinaria, no sólo porque la veo todos los días en el mismo lugar y en modo repetitivo, sino porque la veo, la miro y no la contemplo. Esta ventana carece para mí de estética. Yo me paro inmediatamente a preparar el café en mi cocina y recibo una nueva visual más alejada de esta ventana, percibo que se encuentra ahí mientras el tiempo trascurre, tomo distancia y la contemplo, vuelvo sobre ella otra vez visualmente, esta vez la impresión de su todo no me puede llegar sin la relación a su tiempo, comienzo a percibir lo que antes no percibía, y un tiempo que la inmoviliza la vuelve a un sublime en relación a sí misma y lo que la rodea, mi contemplación comienza a ser más estética, percibo su belleza.

    Regreso al computador y mientras me siento a escribir torno mi mirada hacia la ventana, ahora comienzo a percibir que está ahí mientras escribo y que el tiempo transcurre por encima de ambos suponiéndonos, vuelvo sobre ella en un nuevo modo y a su contemplación, que esta vez me incluye supuesto en el tiempo abstraído, se agrega más estética. Mi contemplación se va tornando más aguda cada vez. Ahora gracias al tiempo recaigo en algo que pasó antes por ordinario. Algo que tantas veces me había dicho y sólo ahora que le contemplo en relación al tiempo  realmente observo en sentido estético. Desde mi ventana no se ve nada en su través, ella no abre a un paisaje o una calle, desde ella no se divisan abedules o franbollanes, sitios naturales o ciudades, cuerpos o entreparedes, ella abre sólo a sí misma, está en cierto modo clausurada a cualquier exterioridad, a cualquier otro lado, comunicando en realidad sólo a un deposito, lugar cerrado sobre sí mismo en el que se guardan objetos en desuso, es un zaguán.    

    Volveré sobre esta finalidad sin fin Kantiana que ese no abrir a otra cosa más que a si misma supone, aunque aquí la finalidad no es sin fin, sino que el fin le ha llegado a la forma por un lugar que a esa forma o materia no se suponía correspondiere, el zaguán tiene un fin, quizá la memoria, quizá el desecho o los residuales, la acumulación, porque quizá mi ventana se me ofrezca en lo adelante como buena para en su contemplación filosofar un tanto sobre qué y cómo la estética se relaciona al arte. 

    Pero el tiempo y la estética exigen de nosotros antes bastantes consideraciones abstractas más. El tiempo es un concepto inverosímil, el no requiere la adecuación a nada que fuere su referente, su denotante o su reflejo, no exige, ni en su abstracción filosófica, ni en su contemplación sensible, ni en su traducción a lenguajes, incluso allí donde se lo precisa a la ordinaria continuidad de la duración, corroboración alguna en ordenes de veritatividad, constatación o corroboración, que le lleguen exigidas desde una realidad o textualidad otra en que se le corrobore. 

   El no es del orden de lo que debe ser verificado en adecuación a otra cosa más que en relación a sí mismo. Para probar que el tiempo transcurre no se requiere más que la constatación del tiempo mismo por el tiempo, el se traduce a sí mismo, es su propio portador y su propio constatador, como la ventana, no refracta ni se ofrece en el través o el a través de nada. No abre a nada más que a sí mismo y según sí mismo, su medida es la duración de sí mismo por si mismo consigo mismo, incluso allí donde se lo constate según velocidades y aceleraciones disímiles desde lugares visualmente correlativos o distintas del espacio, como en un sentido requirió la teoría física de la relatividad, o según la simultaneidad, como en otro sentido requirió la teoría Bergsoniana del tiempo.

    En cualquier variante se lo constata consigo mismo, desde posiciones distintas relativas o simultáneas según el plano o el espacio, se requiere de el tiempo para constatar el tiempo, el sólo abre y cierra a sí mismo y sobre sí mismo. Como en el lenguaje, que se le busca por detrás o en la gravedad del verbo o la acción, haciendo abstracción con el tiempo de ese tiempo, pasado, presente o futuro, en el presente perfecto o proferido, pretérito o en la forma adverbial, su medida es el tiempo mismo también en el espacio. No se mide al tiempo con el espacio pues el espacio no sale de si mismo sobre alguna exterioridad otra o alguna exterioridad otra suya, que se movería en los rededores del tiempo para medirle con otra cosa que no fuere con el tiempo mismo. Se constata pero no es del orden de los veritativos, formas que requieren adecuarse según su representación o su traducción a un orden de realidad tácito, como se lo requiere para probar que el lenguaje comunica, el mensaje se transmite, la frase denota, la palabra seduce, la imagen encanta, la descripción describe, la información informa, ordenes de realidad o textualidad veritativos según sus efectos, efectuaciones, efectividades, la descripción describe actos y cosas, la información informa hechos y experiencias. 

    El tiempo no tiempa nada, el no contiene en sí mismo ni verbo ni acción, ni sujeto ni predicado, estos sólo le requieren. En ese volver sobre el tiempo desde el espacio que sin dudas es su otro, y su parte, para medir el tiempo desde el espacio con el tiempo, el espacio se abre al tiempo en formas tanto más estéticas cuanto se aleja de su medida y le contempla agregando tiempo al espacio. Al sólo ser posible la constatación del tiempo desde el espacio con el tiempo mismo por el tiempo, la constatación del tiempo en la duración inmersiona al espacio en un tiempo sin espacio o en el que el espacio al no contemplarse en la contemplación abierta del tiempo al tiempo, no puede adquirir una impresión y una sensibilidad estéticas.

     La estética vendría a ser así en su forma más estética la contemplación del tiempo y el espacio en el tiempo. En esta contemplación estética que lo es del tiempo, el espacio se abre a sí mismo. La estética vista así en su relación contemplativa abierta al tiempo, da espacio. En esta contemplación del tiempo y el espacio según el tiempo abierto al tiempo, la estética es el tiempo sublime, este tiempo sublime es bello y es un tiempo espaciado, pero uno en el que el espacio permanece relacionado al tiempo en lo sensible, por eso hemos relacionado la estética a la belleza. A su vez, el espacio mismo no puede ser contemplado en toda su espacialidad y espaciamiento, el vasto espacio igualmente inerte que también abre sólo a si mismo según el mismo, sino es por mediación de este tiempo sublime que la estética ofrece en la contemplación.  

    Ese espacio que la estética, según esta acepción da no es sólo un espacio que da al espacio según su relación al tiempo, sino también un espacio que da al tiempo en tanto sin contemplar el tiempo que transcurre en el espacio y según el espacio probablemente el tiempo mismo no podría ser sublime. La relación directa entre el tiempo y el espacio es ella en sí misma un asunto teórico fascinante, pero el asunto que nos ocupa aquí es el de la relación entre la estética y el tiempo no sólo en tanto sólo sin relación al tiempo la estética cesaría, se diseminaria o moriría diluida en otra cosa, sino en tanto lo que realiza la estética aquí es precisamente el traer hasta aquí una forma de relación a tiempo y espacio que en otro modo no serian contemplables. En tanto el tiempo y el espacio no serían siquiera analizables u objetivables sin ser contemplados, la estética es la forma de que dispone la razón para objetivar lo que no podría objetivarse sin contemplación. Ella media entre la razón y la abstracción de la contemplación, entre la abstracción objetivante y la abstracción sensible, no entre la razón objetiva y la valoración subjetiva, que es más bien un trabajo de la axiología que es antropología y no estética. Como decía al inicio, la más completa abstracción filosófica sobre tiempo y espacio, no podría serlo como abstracciones en el concepto, la razón, el espíritu, el ser, la cognición gnoseológica, el conocimiento, el análisis, la observación, el trabajo de campo, o la empiria, sin serlo como contemplación estética en tanto sólo contemplativamente, incluso en el modo más conceptual, pueden el tiempo y el espacio ser abstraídos.

    No todo lo que es abstraído teóricamente tanto como sensorialmente, tiene que ser contemplado, son sin embargo, precisamente el tiempo y el espacio aquellos cuyas abstracciones y cuanto más conceptuales más, requieren la contemplación. La estética consiste, de hecho, en su más definida especificidad, en ese punto que le ofrece su peculiaridad y respecto al cual cualquier alejamiento lo seria a riesgo de diseminación, disolución o fin de la estética, en esa forma de relación en que la abstracción, racional, cognitiva, gnoseológica y objetivante, abstrae el tiempo y el espacio en la contemplación en tanto otra posible relación a tiempo o a espacio como estos son en la abstracción pura de si mismos, en que no estuviere la contemplación sensible, estética, no sería propiamente una relación a tiempo y a espacio por lo que estos son en sí mismos abstraídos.

    La estética así no es ni una forma del juicio como le habría definido Kant, ni una forma de mediación axiológica en la que Hegel y luego Adorno y Benjamín continuaran, diseminada su evidencia, el imperativo Kantiano, entonces diluido en la inmanencia de materia y sustancia, como diseminado en lo demás estaba también el arte en aquellos. A través de la Filosofía abstracta sobre el tiempo inerte y sublime la estética que es la filosofía de la contemplación del tiempo y el espacio abstractos, en tanto abstracción sensible del tiempo puede relacionarse a la axiología, y esta última a aquella, pero la axiología, como decía, es antropología, no estética, así, la relación entre estética y antropología es intercambio de Filosofía del tiempo muy abstracto –de estética--, y teoría del valor, antropología. 

   Mi ensayo Lo Intangible.  O Muere. 

    La axiología es una forma de valoración que intenta hacer abstracción a la inversa, poniendo en relación abstracciones de mediaciones sociales con abstracciones intelectuales que han de permanecer apegadas en su correlato a alguna materia o sustancia sobre cuyas constataciones trabaja, coseidades, etc., en espacios que suponen ideologías, ella es antropología.


Bibliography


Adorno Teodoro, Teoría Estetica, Orbis

Adorno, Theodor W. Aesthetic Theory London and Boston: Routledge and Kegan Paul, 1984. Ed. Gretel Adorno and Rolf Tiedemann. Trans. Christian Lenhardt, Minneapolis: University of Minnesota Press, 1997. Ed. Gretel Adorno and Rolf Tiedemann. Trans. Robert Hullot-Kentor, London, New York: Continuum, 2004. Ed. Gretel Adorno and Rolf Tiedemann. Trans. Robert Hullot-Kentor


Derrida Jacques, Ousia and Gramme, Margins of Philosophy, The University of Chicago Press

Gadamer George, Estética y hermenéutica, Tecnos, colección metrópolis


Kristeva Julia, El Tiempo Sensible, Editorial Eudeba, 2005


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